VIDA COTIDIANA (por Valentinne Rudolphy). Decir expresiones groseras tiene un toque de dramatismo, porque normalmente pasan en situaciones especiales que te sacan de quicio o te impresionan demasiado. Los insultos son la manera más efectiva de entregar un mensaje, pues no puedes negar que eso te salió del alma. Tienen un alto impacto en quienes son sus receptores además. Estamos diciendo directamente lo que pensamos, sin darle más vueltas ni ponerle adornos. Es sinceridad pura
¡Bam! Ya está, soltaste con una palabra todo lo que querías expresar, por más rudo que pueda parecer. Pues ya todos comprendieron tu mensaje.
De hecho, investigadores de la Universidad de Staffordshire han estado tomando como objeto de estudio, la relación entre maldecir y el comportamiento que se genera en tu cerebro. Las conclusiones se centran en que insultar está más asociado con nuestras actitudes de enojo y emociones respecto a sucesos específicos, además de servir para liberar el estrés en conflictos.
Parte de este estudio fue el Dr. Richard Stephens, quien declaró que “queremos usar palabras más tabú cuando somos emocionales. Crecemos aprendiendo lo que son estas palabras y usar estas palabras cuando estamos sensibles nos ayudan a sentirnos más fuertes“. Es una especie de mecanismo de defensa que usamos cuando no estamos más débiles, para empoderarnos a través del lenguaje – sea que ello esté bien o no.
Dependiendo de la cultura, donde vives y qué familia tengas, estas palabras serán más o menos “prohibidas”, pero de todos modos tienen una carga semántica poderosa al ser compartidas socialmente. Unas más que otras, al menos.
Esto nos lleva a que quienes usan con más frecuencia los insultos o maldiciones, en cada ocasión que les salga del alma, están menos estresados.
Sí, por lo general, pensamos lo contrario. Pero al final de cuentas, implican que la persona tiene mayor confianza y no duda sobre decir estas palabras o no. No están guardando ninguna emoción, están diciendo lo que piensan. Y eso, libera esa energía. Si estás pensando todo el tiempo en insultos, pero no los exteriorizas, finalmente solo te amargas tú. Debes sacarlas de tu sistema, con ello, sacando el problema.
Que puedas decir lo que está en tu mente, y sentirte con menos ira interna, te hará una persona más confiada. Además, muchas veces se agradece que te hablen sin rodeos. Quizás no se consideraban los insultos a la hora de decir la verdad, pero da una idea bastante clara de lo que quieres. Y significa que no tienes pelos en la lengua.
No estamos hablando de nada que no supiéramos antes. Ya está más que claro que quienes comunican sus emociones, son más saludables. Y tus emociones pueden incluir muchas groserías, especialmente si estás acostumbrado a oírlas. Cuando sientes algo, más en momentos fuertes, tu mente no se da el tiempo de procesar y buscar las palabras más bellas para expresarte. A veces, solo sale de tu boca. Y esto es un acto de suma sinceridad. Lo que es una cualidad bastante notable.
Y hay más. Cada vez que haces esto, que te aguantas lo que quieres decir, tu cerebro comienza a generar cantidades grandes de cortisol (la hormona del estrés), lo que se evita si es que dices lo que piensas, aunque tenga unas cuantas maldiciones incluidas. En resumidas cuentas, liberarte siempre será algo que tu corazón agradecerá, ya que previene enfermedades cardiacas.
Así que, si estás aguantándote las ganas de simplemente gritar de vez en cuando, ya basta. Dilo. Insulta. No tienen porqué escucharlo todos, está bien con que el mensaje llegue a quien está dirigido. Luego respira hondo, y ya te sentirás mejor contigo misma.