El fundador de la primera feria de su tipo realizada en el provincia de Córdoba, en 1966, fue uno de los invitados especiales que recorrieron la muestra este jueves. También dijeron presente los jugadores del plantel de Talleres.
SOCIEDAD. “Hay que imaginar, hay que volar, hay que crear y creer en el futuro”. El que lo dice, a media voz y con una convicción que contagia, es Alberto Maiztegui, maestro, profesor y doctor en Física, quien con 96 años de vida y más de 70 dedicado a las ciencias, recorre en un vehículo eléctrico los stand de la Feria Nacional de Educación, Artes, Ciencias y Tecnología 2016.
Precisamente, el hombre que, en 1966, inventó la primera feria para colaborar en la formación científica de los estudiantes, disfruta ahora de su creación y sostiene que sigue siendo una herramienta eficaz para la enseñanza de las ciencias.
Durante el recorrido, Maiztegui baja del coche y examina atentamente los afiches de presentación de los distintos proyectos. A metros de esa leyenda de la ciencia nacional, un grupo de escolares rodea a tres adolescentes, cuya sola presencia genera un comprensible revuelo; se trata de jugadores del Club Atlético Talleres, quienes hace unos pocos años han terminado el secundario pero -admiten- jamás estuvieron en una muestra como la que se desarrolla en el complejo Feriar.
El acontecimiento que reúne a estudiantes de todo el país dispuestos a difundir el resultado de alguna investigación especial es una feria multitudinaria, marcada por el paso incesante del público de un pabellón al otro y la mezcla de adolescentes que pronto estarán en la universidad con niños pequeños que transitan la etapa inicial de la primaria.
Ian Escobar (defensor por izquierda), Ignacio Francisco Chicco (arquero) y Guillermo Cotugno (defensor del club de barrio Jardín) observan todo pero quedan prendados de la expresividad de dos criaturas, Lucía y Yamila, del Centro Educativo José Ingenieros de Villa María, quienes, por un momento, les robaron el corazón y la atención con todo lo que nunca pensaron que irían a aprender sobre el tabaquillo.
Mientras un grupo de escolares tucumanos apresta sus cajas para una vidalita, las chicas de Villa María empiezan con algo de timidez y toman envión; en minutos tienen a una gran audiencia cautiva, con los albiazules en primera fila, que, al igual que el resto de los espectadores, escuchan atentos todo sobre el árbol de la familia de las rosáceas, endémico de la Argentina, también llamado Polylepis australis, queñoa o queuñoa.
Chicco agradece en nombre de sus compañeros y sonríe al comentar que “las chicas tienen buena onda y son tremendamente desenvueltas”. Antes han recibido una pormenorizada información sobre un proyecto de ahorro de energía solar y soportado alguna que otra cargada de gente que los ve caminar los pasillos con las remeras del club.
Ajeno al interés que los jóvenes deportistas despertaban a metros de dónde él intentaba controlar el pulso de la muestra, Alberto Maiztegui revelaba que le había llamado la atención el proyecto realizado por jóvenes que están en la Penitenciaría “por las implicancias que el trabajo de feria tiene para su libertad”.
El hombre que junto a Jorge Sábato publicó “Introducción a la Física”, el libro con el que se formaron varias generaciones de jóvenes argentinos y de otros países de América Latina, afirma que un trabajo como el que comenta “prueba que la feria tiene una aplicación muy amplia y muy generosa, tanto para las escuelas como para otro tipo de establecimientos”.
Apunta Maiztegui que las exposiciones como la que se realiza en Córdoba tienen una estricta vigencia y que “por supuesto, no todas serán flores, pero sin dudas es fructífera”. Ante la pregunta de cómo se puede mejorar lo que ya se ha conseguido, señala que “el camino es crear ocasiones propias para el estudio, el esfuerzo y la comunicación con los demás”.
Reconocido por su condición de fundador de la primera feria hace ya medio siglo, el científico respondió a las consultas de varios expositores y docentes, deseosos de conocer su visión. “Vivimos un mundo tecnológico y científico y muchas veces no se comprende lo que hace la ciencia. Hay algunos que temen, por ejemplo, la acción de las usinas nucleares pero las usinas son necesarias y hay que formar personal que comprenda los peligros y los beneficios de la medicina nuclear. Esa es la tarea educativa de la Feria de Ciencia también”, sentenció.
Y en medio del bullicio de cientos de chicos que como público o como partícipes le dieron vida a la muestra, cayó la tarde en Feriar con esa diversidad tan característica de cualquier feria. Mientras Maiztegui desgranaba detalles de su extraordinaria experiencia en el ámbito de las ciencias, una maestra pedía que le sacaran una fotografía con “los pibes de la T” y parte del equipo de prensa de la exposición controlaba el reloj y esperaba que Luis Fabián Artime, ídolo del otro gran club local, Belgrano, llegara a tiempo para recorrer el pabellón. La lista de invitados incluía también a artistas y escritores.
“Es estupendo que los chicos que con tanto amor han preparado sus trabajos tengan el estímulo de ver que lo que hacen tiene el reconocimiento de la gente”, sostuvieron desde la organización.