Cómo identificar si soy un workaholic, un adicto al trabajo

ESTILO DE VIDA (por Luz Ivonne Ream – Aleteia). Preguntas para averiguar si estás obsesionado con tu trabajo y, lo más importante, para que pongas solución antes de que sea demasiado tarde.


Leemos que “si alguno no quiere trabajar, que no coma”. Lo que quiere decir que el trabajo es obligatorio para todos. Es un don, un regalo de la vida, una virtud y valor humano, un deber temporal que hay que cumplir de manera fiel haciendo lo que a cada uno nos corresponde, según nuestro estado de vida y nuestras circunstancias particulares.

Claro, el trabajo es una virtud siempre y, para que no deje de serlo, debe ser vivida en su justo medio. Si no es así, se convierte en todo lo contrario, en un vicio como la holgazanería. ¡Cuántos cuentan las horas para irse a casa! Como si el trabajo les diera alergia.

Pero, ¡cuidado! en el otro extremo están los workaholics, los adictos al trabajo.

Son personas que viven obsesionadas con el trabajo, al que consagran casi toda su vida, tanto su tiempo laboral como el de descanso. Cuando no trabajan sienten una sensación incómoda, casi enfermiza de vacío y pueden llegar a sufrir depresión o angustia.

Son personas que nunca están satisfechas con lo que hacen, nunca es suficiente ni dan por terminada una tarea de forma satisfactoria.

En el ambiente laboral es de lo más peligroso porque erróneamente tiene las mismas expectativas de los demás. Es decir, pretenden que todos trabajen a la par de ella, a su ritmo, con sus horarios y demás lo que le genera mucha frustración e insatisfacción porque, afortunadamente, la gran mayoría sí sabe poner límites sanos en esta área de su vida y son conscientes de que se trabaja para vivir y no se vive para trabajar.

¿Cómo puedes identificar si vives obsesionado con el trabajo?

Estas son algunas preguntas que te pueden servir para que te des cuenta de si eres un workaholic y, aún más importante, para que le pongas solución antes de que se te convierta en un problema mayor.

Recuerda que una adicción, la que sea, no solo afecta a quien la padece, sino a todo su entorno familiar y social.

  • ¿Te llevas trabajo a casa una vez por semana o más? Esto incluye seguir trabajando desde tu casa, junto a tu cónyuge e hijos, mandando correos electrónicos o mensajes de textos, tanto a empleados como a clientes fuera de horario laboral sin respetar el derecho que todos tienen a descansar y a desconectarse del trabajo.
  • Tu vida social es casi nula. Haces todo por evitar salir con amigos, con tu cónyuge e hijos. Inconscientemente piensas que, si no estás en el trabajo, en la oficina, es mejor estar en casa. Pero qué hogareño, pensarán. No, nada de eso. Es que es más fácil y cómodo trabajar desde casa que en otro lugar. En caso de atender a la reunión de amigos, la mayor parte del tiempo -si no es que todo-  hablas todo trabajo, de los problemas con tus empleados o con tu jefe, de los proyectos que tienes entre manos, etc.
  • Tienes constantes discusiones con tu familia, esposa o esposo si eres casado(a) porque se siente relegado(a) al no recibir de tu parte la atención que le es debida por estar más enfocado en tu trabajo o negocio., aún estando en casa.
  • Con tu obsesión por el trabajo y el pretexto de “darle lo mejor” tienes descuidado a tu cónyuge. Incluso, rehúyes de la intimidad y te llevas trabajo a la cama.
  • En la noche, antes de dormir piensas en todo lo que sucedió en el día en tu trabajo y en lo que harás mañana.
  • Te gusta trabajar bajo presión, la adrenalina te empuja y la necesitas para sentirte bien.
  • Tu computador, el internet y el teléfono son tan vitales como el aire que respiras. Vives conectado 24×7 y duermen junto a ti… Digo, por si se ofrece o hay alguna emergencia.
  • Si sales a la calle sin tu teléfono, laptop o Tablet, es por mera distracción. Es decir, se te podrá olvidar tu cónyuge o ponerte ropa interior, pero tus juguecitos jamás.
  • Tienes actitudes egocéntricas porque piensas que tus obligaciones laborales siempre son más importantes que cualquier compromiso familiar.
  • Siempre eres el primero en llegar a la oficina y de los últimos en irse. Sin ser consciente de eso, puedes trabajar más de doce horas al día y aún así sentirte insatisfecho.
  • Te frustra que los demás no trabajen a tu ritmo y a tu forma. No sabes delegar tareas. Piensas que nadie lo hará mejor que tú y prefieres hacerlo todo, aunque te enfermes de estrés por la sobrecarga de trabajo.
  • Las vacaciones te parecen pérdida de tiempo por lo que de preferencia del tema ni hablas. Y en caso de que llegaras a tomarlas porque tu familia te “obligó” a hacerlo “aprovechas” que estás en ese lugar para visitar a clientes o prospectos con el pretexto de que ya estás “allá”.
  • Comes a deshoras. Es tanta tu obsesión por seguir trabajando que te saltas comidas o te alimentas mal. Tus niveles de estrés y ansiedad son muy altos debido a que no le permites ni a tu cuerpo ni a tu mente descansar lo suficiente y necesario para reponerse de la sobrecarga mental y física en que los traes trajinando. Esto es gravísimo porque con el tiempo te aparecerán trastornos emocionales, endócrinos, respiratorios, digestivos, dermatológicos, cardiovasculares… ¿Le sigo?

Caemos en adicciones, en esta o en cualquier otra, cuando no nos es posible expresar con palabras o de alguna otra forma sana lo que sentimos, lo que traemos dentro. Por eso buscamos un “escape” u otra manera generalmente no sana para hacerlo. Como ves, a esta -como a toda adicción- hay que ponerle punto final descubriendo la raíz -la causa- de este comportamiento y poniéndole solución por medio de descubrir y sanar las heridas emocionales que te están provocando actuar así, entre otras causas.

Valdría la pena que hicieras un parón en tu andar y reflexionaras en esto: ¿cuánta vida te está costando tu sueldo? Porque, aunque seas tú dueño de tu empresa hay una remuneración de por medio.

Regresa a poner los pies en la tierra

Rey Midas solo hubo uno. Tú eres humano y no convertirás en oro todo lo que toques ni todo el éxito del mundo depende de ti. Tienes límites y es bueno que lo reconozcas. Vivir bajo un sistema de valores inteligente e ideal y una vida equilibrada son muy necesarios para alcanzar el verdadero éxito. Busca ayuda profesional, tanto emocional como espiritual antes de que sea demasiado tarde.

Así que menos soberbia y más humildad. Ningún comportamiento obsesivo, por muy noble que parezca como este de trabajar te llevará a vivir una vida plena y feliz. Cuida y protege a tu familia, en este caso de ti mismo(a). Ningún éxito profesional justifica el fracaso familiar.

Reconoce que esa obsesión por el trabajo no es normal ni sana y que además de estarte haciendo daño, también estás lastimando a lo que más valor tiene en este mundo: tu familia. Ellos te quieren a ti, necesitan de tu presencia y tiempo -en calidad y cantidad-.

Qué te ganas el día de mañana con ser la persona más acaudalada del panteón y que tu familia no extrañe tu presencia porque siempre fuiste un cónyuge y padre/madre ausente. Todo en esta vida puede ser reemplazable, incluso tú como jefe y dueño de tu empresa, pero tu lugar como esposo(a) y padre/madre nadie lo puede ocupar, eres insustituible. ¡Despierta! Tus verdaderos amores no te llaman patrón(a), te dicen “mi amor” y “papi/mami”.