COLAZO COLMÓ LA SALA

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SOCIEDAD. El Profesor José Luis Colazo disertó este martes ante un auditorio colmado. El tema fue «Arroyito en 1816», con motivo del Bicentenario de la Independencia. Los comienzos de esta ciudad se remontan al siglo XVIII. Este paraje comprendía una totalidad de 4.708 hectáreas y recibió el nombre El Arroyito. Su población era dispersa y el territorio se dividía entre 12 propietarios. Estanislao Pereyra, Bernabé Sosa, Silvestre Goyenechea, Manuel Montenegro, José I. Urquía, Valenciano Lencina, Alvaro Navarro, Juan De Dios Castellano, Eustaquio y Pedro Luque, Damián Sarmiento, Juan Taborda y José Orellano, siendo el campo de éste último el más grande ( 734 hectáreas). Lejos de ser ricos, vivían humildemente. Colazo referenció que no había alambrado y utilizaban mojones de madera o un árbol grande como referencia para demarcar los límites.

Los propietarios no sabían leer ni escribir y se dedicaban a sembrar maíz y trigo y criar cabras, cerdos y algunos caballos. Entonces, dos temas los desvelaban: el acecho de los animales del monte como los pumas y la presencia de los aborígenes que en ocasiones los obligaban a autoexiliarse a Villa del Rosario.

Arroyito se fundó en lo que se conoce actualmente como el Barrio La Villa. La Iglesia San Cayetano sirvió como referencia. En 1816 en todo el Paraje habitaban cerca de 600 personas. En su mayoría eran españoles y un 27% de color, oriundos de Africa. El censo arrojó un total de 281 varones y 297 mujeres. «En el poblado podrían haber vivido alrededor de 200 personas», aseveró Colazo. Las profesiones eran diversas. Muchos eran agricultores, carpinteros y algunos sastres. Las mujeres trabajaban como tejedoras e hilanderas. Para la época no era sorpresa encontrar en este Paraje camélidos como llamas, vicuñas y guanacos. El Profesor Colazo recordó que escaseaban las vocaciones religiosas. No había cura estable. Por eso no era extraño que el Juez Pedáneo bautizara o hasta diera la extrema unción de los enfermos. Uno de los apellidos más populares era Orellano. En verdad se trataba de una familia sumamente numerosa. Una historia apasionante que contagió a un nutrido público.