CIUDAD DEL VATICANO (AICA). “El destino común de la humanidad exige que se refuerce, con realismo, el diálogo y se construyan y consoliden mecanismos de confianza y cooperación, capaces de crear las condiciones para un mundo sin armas nucleares”, expresó el papa Francisco en el mensaje enviado a la Conferencia de la ONU para la negociación de un instrumento jurídicamente vinculante sobre la prohibición de las armas nucleares, con miras a su eliminación total”, cuya primera ronda tiene lugar en Nueva York del 27 al 31 de marzo de 2017.
“El destino común de la humanidad exige que se refuerce, con realismo, el diálogo y se construyan y consoliden mecanismos de confianza y cooperación, capaces de crear las condiciones para un mundo sin armas nucleares”, expresó el papa Francisco en el mensaje enviado a la Conferencia de la ONU para la negociación de un instrumento jurídicamente vinculante sobre la prohibición de las armas nucleares, con miras a su eliminación total”, cuya primera ronda tiene lugar en Nueva York del 27 al 31 de marzo de 2017.
El mensaje fue leído por monseñor Antoine Camilleri, secretario para las Relaciones con los Estados y jefe de la delegación de la Santa Sede en ese acto.
El Santo Padre saludó cordialmente en primer lugar a la señora Elayne Whyte Gómez, presidenta de la Conferencia de las Naciones Unidas, así como a todos los representantes de las diferentes naciones, organizaciones internacionales y de la sociedad civil que participan en este acto.
Francisco expresó su deseo de “animarlos a trabajar con determinación para promover las condiciones necesarias para un mundo sin armas nucleares” y recordó lo que había expresado el 25 de septiembre de 2015, ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, cuando señaló que tanto el Preámbulo como el primer artículo de la Carta de las Naciones Unidas indican como fundamentos de la construcción jurídica internacional: la paz, la solución pacífica de las controversias y el desarrollo de las relaciones amistosas entre las naciones.
Por lo tanto –señaló el Papa- “una ética y un derecho basados en la amenaza de destrucción mutua –y posiblemente de toda la humanidad– son contradictorios con el espíritu de las Naciones Unidas. Hay que empeñarse por un mundo sin armas nucleares, aplicando plenamente el Tratado de no proliferación, en la letra y en el espíritu”, exhortó el pontífice.
El Santo Padre advirtió a continuación: “Pero ¿por qué fijarse este objetivo difícil y de largo alcance en el escenario internacional actual que se caracteriza por un clima inestable de conflictualidad, que es a la vez causa e índice de las dificultades que existen para promover y fortalecer el proceso de desarme y de no proliferación nuclear?”
“Si se tienen en cuenta, explicó Francisco, las principales amenazas a la paz y a la seguridad con sus múltiples dimensiones en este mundo multipolar del siglo XXI, tales como, por ejemplo, el terrorismo, los conflictos asimétricos, la seguridad informática, los problemas ambientales, la pobreza, surgen no pocas dudas acerca de la inadecuación de la disuasión nuclear para responder eficazmente a estos retos”.
El pontífice advirtió, además, que “estas preocupaciones son aún más consistentes si tenemos en cuenta las catastróficas consecuencias humanitarias y ambientales derivadas de cualquier uso de las armas nucleares con devastadores efectos indiscriminados e incontrolables en el tiempo y el espacio. Un motivo similar de preocupación surge frente al derroche de recursos de energía nuclear para fines militares que, en cambio, podrían ser utilizados para prioridades más importantes, tales como la promoción de la paz y el desarrollo humano integral, así como la lucha contra la pobreza y la actuación de la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible”.
Otro punto que señaló el Santo Padre a la Conferencia de la Naciones Unidas fue “preguntarnos cuanto sea sostenible un equilibrio basado en el miedo, cuando en realidad tiende a aumentarlo y a socavar las relaciones de confianza entre los pueblos”. A lo que el Papa subrayó que “la paz y la estabilidad internacional no pueden basarse en una falsa sensación de seguridad, en la amenaza de la destrucción mutua o de la aniquilación total, en el simple mantenimiento de un equilibrio de poder”.
En cambio subrayó que “la paz debe construirse sobre la justicia, sobre el desarrollo humano integral, sobre el respeto de los derechos humanos fundamentales, sobre la protección de la creación, sobre la participación de todos en la vida pública, sobre la confianza entre los pueblos, sobre la promoción de instituciones pacíficas, sobre el acceso a la educación y a la salud, sobre el diálogo y la solidaridad. En esta perspectiva, tenemos que ir más allá de la disuasión nuclear: la comunidad internacional está llamada a adoptar estrategias de largo alcance para promover el objetivo de la paz y de la estabilidad y evitar los enfoques miopes de problemas de seguridad nacional e internacional”.
En este contexto, Su Santidad indicó que “un enfoque concreto debería promover una reflexión sobre una ética de la paz y de la seguridad cooperativa multilateral que vaya más allá del ‘miedo’ y del ‘aislamiento’ que prevalecen hoy en muchos debates” y enfatizó que “el destino común de la humanidad exige que se refuerce, con realismo, el diálogo y se construyan y consoliden mecanismos de confianza y cooperación, capaces de crear las condiciones para un mundo sin armas nucleares”.
Asimismo subrayó que es necesario crear las condiciones para “favorecer un diálogo orientado hacia el bien común y no hacia la protección de intereses encubiertos o particulares; este diálogo debe ser lo más inclusivo posible de todos: Estados nucleares, países que no poseen armas nucleares, sector militar y sector privado, comunidades religiosas, sociedad civil, organismos internacionales” y “evitar aquellas formas de recriminación mutua y de polarización que obstaculizan el diálogo en lugar de fomentarlo”, advirtió Francisco.
Por último el Santo Padre escribió en el Mensaje que “la humanidad tiene la capacidad de trabajar junta para construir nuestra casa común; tenemos la libertad, la inteligencia y la capacidad de guiar y dirigir la tecnología, así como de limitar nuestro poder, y de ponerlos al servicio de otro tipo de progreso: más humano, más social y más integral”, y “aunque se trate de un objetivo a largo plazo extremadamente complejo, no está fuera de nuestro alcance”, animó el pontífice a los participantes de la Conferencia, a los que expresó sus “mejores deseos para que los trabajos de esta Conferencia sean provechosos y aporten una contribución eficaz en el avance de esa ética de la paz y la seguridad cooperativa multilateral que hoy la humanidad necesita tanto”.