Cuando la enfermera encontró su carta, se quedó sin palabras…
ESPIRITUALIDAD. Desgraciadamente, miles de ancianos son abandonados por sus familias diariamente. Las personas mayores son llevadas a asilos, o porque sus hijos piensan que son inútiles o simplemente porque no logran cuidarlos.
Algunos familiares visitan a sus parientes, pero la mayoría de los ancianos espera años y años una simple llamada, que nunca llega… Actualmente, las personas están ocupadas con su día a día, y no se acuerdan o no quieren acordarse, de visitar a quien los crió.
Y así, tristes y depresivos, la muerte llega para los más viejos, después de años de soledad. Fue lo que sucedió con esta mujer.
Las enfermeras pensaban que ya estaba senil, y que estaba sólo esperando el día de su muerte. Ellas acostumbraban murmurar cosas entre sí, pensando que la anciana no entendía lo que decían… Pero cuando ella partió de este mundo, sus cuidadores encontraron una carta que hizo que todos se quedaran con la boca abierta.
“¿Qué es lo que ven, enfermeras? ¿Qué es lo que ven?
¿Qué es lo que piensan cuando me miran?
Una vieja gruñona, no muy inteligente.
Con hábitos extraños y mirada distante.
Aquella a quien se le cae la comida por las comisuras de la boca y nunca responde.
Aquella a quien le dicen en alto: ‘Por lo menos debería intentar’.
La que parece no tener conciencia de las cosas que ustedes hacen.
Y que siempre pierde algo. ¿La media o el zapato?
Aquella que, sin resistir o no, deja que ustedes hagan lo que quieran.
Que pasa gran parte de sus días en el baño o comiendo.
¿Es esto que piensan? ¿Es esto que ven?
Pues entonces, enfermeras, abran sus ojos, ustedes no me ven.
Les diré quien soy, ahora que estoy sentada, haciendo lo que me dicen y comiendo lo que me piden:
Yo soy una muchacha de 10 años, con papá y mamá,
hermanos y hermanas, que se aman.
Una muchacha de 16 años con alas en los pies,
que sueña en breve encontrar el amor.
Una novia de 20 años, con el corazón sobresaltado,
recordando los votos que prometió cumplir.
Con 25 años ya tiene sus propios hijos,
a quienes va a orientar y va a ofrecer un hogar seguro.
Una mujer de 30 años, cuyos hijos crecen rápido,
unidos por lazos que deben durar.
A los 40, mis hijos jóvenes crecieron y se fueron.
Mi marido está conmigo para que yo no esté triste.
A los 50, vuelven a jugar bebés nuevamente en mis brazos.
Mi amor y yo volvemos a conocer niños.
Días negros se aproximan, mi marido está muerto.
Miro hacia el futuro y me estremezco.
Mis hijos tienen sus propios hijos.
Y pienso en los años y en el amor que conocí.
Ahora soy una mujer vieja. La naturaleza es terrible.
Yo me río de mi edad como una idiota.
Mi cuerpo está frágil. La gracia y la fuerza se despiden.
Ahora sólo existe una piedra donde latía el corazón.
Pero dentro de esta vieja carcasa aún vive una joven mujer.
Y mi corazón maltratado envanece.
Me acuerdo de las alegrías, me acuerdo de las tristezas.
Y vivo y amo todos los días.
Pienso en los años, tan pocos y que se fueron tan rápido.
Acepto el hecho de que nada es para siempre.
Entonces, abran sus ojos. Abran y vean.
Nada de viejas gruñonas.
Miren más de cerca. ¡VÉANME!”.
Esta historia es una lección para todos nosotros. Una persona anciana tiene pasado, presente y FUTURO. Desgraciadamente, mucha gente piensa que son inútiles. Pero la verdad es que ellos merecen mucho respeto y atención.
Después de perder a aquellos que más aman, sus papás, hermanos, tíos y hasta esposos, tuvieron la fuerza de continuar viviendo, por sus hijos y nietos. Y ¿qué recibieron a cambio?
Indiferencia y malos tratos…
Comparte si piensas que los ancianos merecen todo el cariño del mundo.
Por Histórias com valor