“¡No llores como mujer lo que no supiste defender como hombre…!” dicen que dijo la brava sultana, según narra el padre Echevarría en su obra “Los paseos de Granada”, tres siglos después de que los reyes católicos, acostumbrados a arrasar con cuanto se les oponía, como los comuneros de Castilla, liquidaran uno de los grandes faros de la cultura medieval europea, directamente trasvasado de la maravillosa civilización árabe de aquella época.