Conducidos en la historia (por Esteban Dómina)
¿Por qué Bolivia?, fue lo que muchos se preguntaron cuando todo concluyó y se tuvo la certeza de que el guerrillero que yacía muerto, tendido en una pileta del modesto hospital de Vallegrande, era Ernesto Guevara.
SOCIEDAD. Probablemente el Che eligió Bolivia para instalar allí un foco revolucionario por las condiciones ancestrales de pobreza y sometimiento de ese pueblo, además de la vecindad con la República Argentina, la siguiente estación de su frustrado derrotero revolucionario.
Muy pocos conocían su paradero. El comandante Ramón –el nombre de guerra que eligió- instaló el cuartel general en una zona rural del oriente boliviano y enseguida puso en marcha su plan. Eran una treintena en total, entre ellos un grupo de veteranos cubanos que lo seguía desde los tiempos de Sierra Maestra y la fallida campaña africana.
Desde el primer día, el Che asentó todo en su Diario. Los contratiempos no tardaron en aparecer, junto a la desconfianza de los lugareños, remisos en colaborar, y el extremo aislamiento que dificultaba las comunicaciones y el aprovisionamiento del grupo, que se acentuó con el paso de los días.
El acoso del asma que padecía y del ejército boliviano –asesorado por la CIA- lo tenían a mal traer. El 7 de agosto de 1967 escribió en su Diario: “Hoy se cumplen 9 meses exactos de la constitución de la guerrilla con nuestra llegada. De los seis primeros, dos están muertos, un desaparecido y dos heridos; yo con asma que no sé como cortarla”.
El último registro corresponde al 7 de octubre: “Se cumplieron los 11 meses de nuestra inauguración guerrillera sin complicaciones, bucólicamente; hasta las 12.30, hora en que una vieja, pastoreando sus chivas, entró al cañadón donde estábamos y hubo que apresarla”. Estaban en la Quebrada del Yuro, escenario del final.
Tras ser herido y capturado, pasó la noche del 8 de octubre en la humilde escuelita de La Higuera, convertida en calabozo. Al día siguiente, a eso de la una de la tarde, un militar entró de improviso a la habitación y le disparó a quemarropa. La CIA no lo quería vivo.
El cadáver, amarrado a un helicóptero, fue trasladado a Vallegrande, quedó depositado sobre un piletón, en la lavandería del hospital convertida en morgue improvisada, donde más tarde desfilaron los lugareños.
Allí se tomó la famosa fotografía que ilustra esta nota, que muestra al Che retratado yacente, con los ojos abiertos,
Sus restos mortales fueron hallados en una fosa común en 1997. Reposan en el mausoleo levantado en la Plaza Ernesto Guevara de Santa Clara, en Cuba.
En la lavandería de Vallegrande, convertida en santuario, no hay placas a la vista, sólo graffitis en todos los idiomas que recuerdan el paso por el lugar de miles de peregrinos, turistas o simples curiosos, atraídos por el magnetismo del la figura del Che. En La Higuera, donde hay un busto con su imagen, el Che es una especie de santo laico, al que los campesinos del lugar le piden favores.
A 49 años de su muerte, el mundo lo sigue recordando como un luchador que mantuvo intactos sus ideales hasta el final de sus días.